
No nací para encajar.
Desde niña, sentía lo que otros callaban, soñaba lo que aún no ocurría y percibía lo invisible como si fuera tangible.
No me asustaba la oscuridad por desconocida, sino porque sabía “muy dentro de mí” que estaba viva.
La espiritualidad fue un descubrimiento, un espejo que por fin me explicó por qué yo sentía distinto.
Pero también vi su lado más incómodo:
Ese que niega el dolor en nombre de la “luz”, que te culpa por sufrir, que te susurra “es tu ego”, “tú lo atrajiste”, “es un maestro”… mientras tú apenas puedes sostener tu alma rota.
Yo no creo en esa espiritualidad que edulcora todo.
No, no todo lo que duele es un maestro.
A veces, simplemente, es una experiencia que deja cicatriz. Un aprendizaje crudo, real, que te cambia y punto.
No se trata de justificarlo todo. Se trata de integrarlo, transformarlo, alquimizarlo.
Soy Myriam González Bustos.
Mujer, madre, terapeuta.


Una viajera del alma que regresó de muchas tormentas con fuego en el corazón.
A través de mi experiencia, he creado mis propios métodos.
Nacidos de la sombra y la luz, de la intuición y la caída, del llanto y la fuerza.
Con autenticidad. Con realismo. Con alma.
He vivido el rechazo, separaciones dolorosas, violencia, momentos de oscuridad interior, desilusiones profundas, ataques psíquicos, y silencios que dolían más que las palabras.
Y también he sentido el abrazo de lo invisible, la guía que no se ve pero que llega.
Soy médium, y sé que no estamos solas.
Sé que incluso en el abismo hay luz —porque la llevamos dentro.
La alquimia del alma es eso:
Tomar el barro y volverlo oro.
Tomar la herida y volverla canal.
Transformar lo vivido en medicina.
No estoy aquí para prometerte perfección,
ni para venderte luz rosa.
Estoy aquí para acompañarte con presencia real, con herramientas que nacieron de la experiencia, con respeto profundo por tu proceso y tu verdad.
Sanar es caminar cada día con más conciencia, más verdad y más amor hacia ti.
Y si tú también estás en ese camino—a veces lento, a veces brillante, a veces silencioso— entonces este es tu lugar.
Sanar también es aceptar.
Aceptar tu oscuridad.
Dejar fluir tu “yo” tal como eres,
sin máscaras, sin lucha, sin tener que demostrar nada.
Porque en tu sombra también vive tu verdad.
Y en tu verdad… tu libertad.

Este espacio no es para que seas perfecta.
Es para que seas verdadera.
Aquí no endulzamos la oscuridad: la transformamos.
Aquí no fingimos luz: la encarnamos.
Si estás lista para mirar de frente tu alma, y recordar quién eres más allá del dolor…
Entonces bienvenida. Este es tu lugar.
Mi despertar espiritual: gracias a mi padre
Todo empezó casi como un juego.
Éramos un grupo de amigas que se reunía para hablar de la vida: del matrimonio, de los hijos, del día a día.
Nada espiritual, simplemente compartir como mujeres.
Una de ellas era muy curiosa con los temas espirituales.
Nos propuso hacer una sesión con una médium francesa, porque decía que le había cambiado la vida.
Yo, en ese momento, no estaba muy conectada con lo espiritual, aunque sí había leído cosas cuando era más joven: un poco de Connie Méndez, hacia yoga, libros de crecimiento, fui vegetariana … pero después mi vida tomó otro rumbo, cambié de país, y lo dejé de lado.
Aun así, acepté. Y por curiosidad, decidí enviarle una foto de mi padre, que había fallecido cuando yo tenía 15 años.
Pensé: “¿Y si de verdad estará ahí ?”
La sesión fue por teléfono.
Al principio, ella me habló de mi alma, con muchos detalles, cosas bonitas que me resonaron.
Y de pronto me dijo:
— “Tu papá está aquí.”
Me quedé en shock.
— “¿Mi papá?”
No podía creerlo.
Y entonces empezó a describir su energía, su forma de ser, su humor… y supe, con todo mi corazón, que era él.
Lo sentí. No había ninguna duda.
Ella me transmitió que él estaba muy bien, en un lugar lleno de amor, feliz, acompañado por miembros de la familia que lo querían mucho.
Dijo que solía visitar a mi madre, a mi hermana, que nos seguía con amor, desde otro plano.
Y me transmitió un mensaje de parte de él que cambió mi vida:
“No busques el amor desde el dolor.”
Esas palabras hicieron clic en mí.
Fue como si todo dentro de mí se reacomodara.
Todo cambió.
Ahí comenzó mi verdadero despertar espiritual.
Fue un antes y un después.
No solo entendí que la vida y la muerte no son opuestas, sino que el amor sigue vivo más allá del cuerpo.
Sentí que mi padre me hablaba de verdad.
Y ese consejo se convirtió en una semilla dentro de mí.
Desde ahí, comencé a ver mi vida con otros ojos.
Yo estaba casada, y esa frase me hizo entender que no tenía que sostener cosas que ya no me hacían bien.
Que el amor no debía doler, ni depender del sacrificio.
Con el tiempo, tomé decisiones profundas: mi divorcio, el cambio interno, el volver a mí.